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EL GRAVE IMPACTO DEL COVID-19 EN LA EDUCACIÓN DE GUATEMALA

Por: Damaris Castellanos



La pandemia del COVID-19 ha traído consigo muchos problemas sociales y la educación es uno de ellos. El presidente de la República, Alejandro Giammattei, declaró el 14 de marzo del 2020 el cierre de los establecimientos educativos tanto públicos como privados. El 31 de marzo del mismo año, el Ministerio de Educación inició un programa televisivo que se transmitía por canal 13 de la televisión guatemalteca, para que se pudiera dar continuidad a clases de preprimaria, primaria, básicos y algunas clases de bachilleres, pero lamentablemente en el país no todos los estudiantes tienen acceso a telecomunicaciones y tecnología pues el 71% de los hogares guatemaltecos cuentan con al menos una televisión y el 65% cuenta con al menos un receptor de radio. Sin embargo, esta metodología no permite una diferenciación de niveles educativos y en hogares en donde muchos miembros de la familia deben compartir un televisor, es difícil que este se destine para la educación.

Para el sector público la educación online es un tema materialmente imposible de implementar. La situación socioeconómica de docentes y alumnos, le impide a una gran mayoría tener acceso a equipo de cómputo e internet para poder hacer educación online; el Censo Nacional de Población y Vivienda 2018 reveló que en Guatemala el 78% de la población no usa computadora y que el 69% no usa internet.

Ni siquiera en la educación privada se está teniendo el éxito esperado con la educación online. Las instituciones educativas privadas ya reportan las quejas de muchos padres que están inconformes por las metodologías, pues consideran que no llena sus expectativas. Esto está provocando que muchas familias suspendan el pago del colegio de sus hijos, mientras otros que han perdido su empleo también tengan problemas para realizar los pagos.

Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), para mayo del 2020, más de 1.200 millones de estudiantes de todos los niveles de enseñanza, en todo el mundo, habían dejado de tener clases presenciales en la escuela. De ellos, más de 160 millones eran estudiantes de América Latina y el Caribe.

Antes del COVID19, las cifras de acceso a la educación en el país ya iban a la baja. Según datos de UNESCO, en primaria cayó de un 96% de niños que asistían a la escuela en 2009 a un 78% en 2019. Y «cada punto implica miles de niños», advierte Lucía Verdugo, oficial de educación de UNESCO en Guatemala.

Debido a esto, los docentes en su mayoría están impartiendo sus clases mediante las diferentes plataformas digitales, pero muchos otros están perdiendo su rol como maestros y olvidan que los chicos no pueden aprender con la misma facilidad como si estuvieran en un salón de clase.

“Fue difícil porque nadie sabía utilizar esas herramientas tecnológicas, ni los alumnos ni los padres de familia entonces tuvimos que empezar con que el padre de familia entendiera, comprendiera y pudiera utilizar las herramientas” Así opina Lourdes Elena Castellanos, directora técnica del Colegio Liceo Santa Fé ubicado en la Antigua Guatemala, Sacatepéquez.

Es fácil determinar los problemas que conllevan a esta crisis. La principal, la desinformación y el insuficiente dominio de las habilidades informáticas con las diferentes plataformas en los estudiantes. La educación en línea tanto a docentes como a estudiantes de cualquier nivel, ha sido complicada. Se tiene que luchar con problemas de conexión, y se requiere de una buena tecnología, por lo menos un celular, una computadora con wifi, pues los datos comunes de un celular no bastan.

Otro problema común es que, las clases virtuales tienen un tiempo muy corto de duración, todo es explicado muy rápido y muchas otras tareas son enviadas sin dar mayor explicación, haciendo el proceso de aprendizaje, pero de lo que ya estaba.

Según la UNESCO hay tres prioridades que se deben recuperar el próximo año:

1. Todos los niños y los jóvenes vuelvan a la escuela y reciban los servicios adaptados necesarios para satisfacer sus necesidades en materia de aprendizaje, salud, y bienestar psicológico y social.

2. Todos los niños reciban apoyo para recuperar el aprendizaje perdido.

3. Todos los docentes estén preparados y reciban apoyo para remediar la pérdida de aprendizaje entre sus alumnos y para incorporar las tecnologías digitales a su docencia.

La situación actual exige repensar la educación con flexibilidad para colocar como prioridades el aprender para solucionar problemas, pensar críticamente, tomar decisiones que convienen individual y colectivamente y ya no con la finalidad de evaluar para asignar una nota a la repetición de contenidos previstos.

No basta con que las escuelas vuelvan a abrir sus puertas tras el COVID-19. Los alumnos necesitarán apoyo adaptado y sostenido para ponerse al día después de la pandemia. Debemos ayudar a las escuelas a prepararse para prestar ese apoyo y hacer frente a los enormes desafíos del próximo año. Es ahora cuando debemos actuar; el futuro de toda una generación está en juego.








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